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STEPHANIE HESPELER 1909-1979

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Esta lápida se encuentra en el Cementerio inglés de Málaga . Junto a los enterramientos de Robert Boyd, Jorge Guillén y Gerald Brennan está el de Stephanie Hespeler:  Here lies  Stephanie Hespeler, Then Boultbee, then Freeze, then Benn. So many men, never The Man... Arg-h, men! Stephanie, canadiense, nacida en julio de 1909 en la Columbia Británica como Stephanie Hope Barbara Hespeler, aparece censada en 1911 en la provincia de  Yale and Cariboo, British Columbia.  Se casó en Nueva Gales del Sur, Australia, con Jack Gardner Boultbee , nacido en 1907.  Más tarde se casó en Londres con Jonathan Douglas Freeze , con el que v ivió en Los Ángeles, EE.UU.  Y por último, de nuevo en Australia, con  Arthur John Horton Benn, nacido en 1 911. Según su epitafio, ninguno de ellos fue el hombre de su vida. Según internet, Stephanie viajó por varios países, pero se estableció en la soleada Málaga, en  Pedregalejo. Si tenía tanto sentido del humor como el que refleja su lápida, me habría gustado cono

CON NOSOTROS ES MÁS FÁCIL

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Voy a hacer acopio de libros para las vacaciones a mi librería habitual, de los pocos negocios que sobreviven en mi barrio ahora que se ha convertido en la zona de moda de las tapas y la restauración, y como de costumbre me regalan su sencillo marcapáginas, que esta vez viene con sorpresa en el reverso: una conocida inmobiliaria nos regala 300 euros para gastarnos en la librería si vendemos nuestra casa a través de ellos. 

¡¡TENEMOS DE TODO!! FARMACIA ZENITH

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¿De todo, de todo? ¿Tendrán aperos de labranza?

EN ESTA FINCA NO HAY OFICINAS

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Queda claro. ¿O quizá no? Cuando un individuo de la finca (probablemente el portero, cansado de dar indicaciones) se ha visto obligado a poner este cartel debajo del telefonillo, algo debe de ocurrir. Es que además las oficinas ni siquiera están cerca, sino dos "puerta" a la izquierda.

MICROSOFT OUTLOOK HA ENCONTRADO MÁS DE UN VIL

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La inteligencia artificial ya está aquí: hasta Outlook es capaz de identificar el mal en nuestro mundo.

TODAS LAS COPAS - CASTILLO MENDÍA

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Todas las copas En la calle Santa Engracia de Madrid, hay una marquesina en la que siempre me fijo: "Todas las copas", de la A a la H, puntos suspensivos. El que no lo conoce, se preguntará si se trata de una bodega o de una discoteca. ¿Todas las copas? ¿Como en as, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, sota, caballo y rey de copas?  Los habituales sabemos que se trata de una tienda de ropa interior femenina con "tallas especiales y supertallas": Castillo Mendía es un negocio muy conocido en Madrid, fundado en 1937, que se ha ido adaptando a los tiempos y que incluso tiene página en Internet. Copas mayores que la H he visto en las películas de Fellini y en Supervixens, pero no he sido testigo directo, que yo recuerde. Lo que sí recuerdo es un episodio del  programa británico  What not to wear  en el que las presentadoras, Trinny y Susannah, llevan a una participante, que hasta ese momento había utilizado sujetadores copa C, a una corsetería, donde se da cu

ESA PLANTA POR LA QUE ME FELICITABAN - PELUQUERÍA DE CABALLEROS

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Este cartel lo encontré paseando por la calle Alonso Cano de Madrid. A pesar de que me entran ganas de corregir la puntuación y las tildes, lo encuentro efectivo: la forma y el fondo coinciden con el estado del emisor del mensaje y engancha al receptor. El único punto y aparte convierte la larga frase en una corriente de conciencia de ecos faulknerianos. Pienso que está escrita de forma visceral poco después del hurto. El que ha redactado la nota se debate entre la pasión y la razón. El trazo de la caligrafía le delata, igual que la cinta adhesiva con que está pegada; hay premura en la elección del papel, que se le queda pequeño para todo el enfado que desea expresar, lo que le obliga  a incorporar un apéndice. Pero estaba calmado cuando lo añadió y también eligió  el color del papel racionalmente: amarillo, a juego con su negocio, y llamativo, para que destaque. Y aunque lo ha escrito apresuradamente, l as líneas están rectas, lo que me da confianza para ir un día a afeitarme