VUELVE EL PITILLO

Ya me veo las caras de los convencidos y de los escépticos; de los que mascan chicle por no encenderse el enésimo. De los más intransigentes, los que lo dejaron hace años y ahora se han vuelto unos inquisidores, con hoguera y todo. Bonito inicio para un blog, pensarán otros, con un título que llama a la rebelión, que incita al vicio, a fumar a escondidas en estos tiempos; tiempos en los que muchos no fumadores estamos pensando en comenzar a hacerlo, sólo por llevar la contraria, sólo por solidarizarnos con los que se quedan a las puertas de sus trabajos fumando o con los que entran en esos bares que parecen las noches londinenses en que actuaba Jack el destripador.

Sí, en tiempos tan terribles como los que corren, a mí, que no fumo, me entran ganas de fomentar la desobediencia civil y, lleno del espíritu del Black Power, quiero fumar en un sitio prohibido, a ver qué pasa; quiero que los fumadores dejen de entrar por la puerta de atrás; quiero destruir ceniceros disuasorios y quiero, sobre todo, bajar a fumar a la calle, aunque no fume, con mis compañeros fumadores y perder el tiempo en subir y en bajar, y mojarme bajo la lluvia, y resfriarme al relente, y hasta pillar una baja por ansiedad y por depresión por no ser capaz de dominar mis vicios.¡Qué tiemblen los ministros! ¡Que se tambaleen los cimientos del ministerio de sanidad y consumo!

Pero en el fondo, a mí no me importa mucho el apartheid del fumador; soy mucho más banal que todo esto y lo que en realidad me preocupa es haberme dado cuenta, después de haber devorado todas las revistas y de tragarme horas de desfiles y de hartarme de ver escaparates, de que, sí, debo transigir y repetir el título: Vuelve el pitillo.

Cuando ya pensaba que los ochenta se fueron para no volver. Cuando había quitado de mi cabecero la foto de Debbie Harry. Cuando había logrado guardar todas las corbatas estrechas y las chapas de grupos y había renunciado a mis gafas de pasta à la Elvis Costello, me he tenido que rendir a la evidencia.

Ya tenía que haberlo presagiado, tanto Franz Ferdinand, tanto sintetizador. Tantos dorados y tanto fucsia. Tanto flequillo en degradé. ¡Están aquiiiiií! Pero por mucho que se lleven, perdonadme, chicas: hay que ser muy mona para que os sienten bien los pantalones pitillo.

Ponte pitillo sí, y sólo sí, tienes unas piernas larguísimas, poco culo y, en general, eres un palillo. Este tipo de chica no llega ni al 1% de la población. Creedme, he estudiado el asunto a fondo: todas las chicas tenéis, por lo general, piernas retorneadas, culos abundantes, rodetes en la cintura y tetas descomunales. Cualquier otro tipo de ropa os favorecerá, pero no los pitillos.

Si tienes culo y patinas, harán que tu culo se agrande y, por contraste, las piernas parecerán aún más delgadas. ¡HORROROSO!

Si tienes mucho culo y piernas gordas: es un eufemismo llamar pitillo a los pantalones que te calces (probablemente te los pondrás con calzador y empeorarán tu circulación, aumentando tu celulitis). Sólo te harán parecer aún más gorda: tus piernas parecerán más cortas y como columnas jónicas, igual de gordas por arriba que por abajo.

Si eres bajita, parecerás aún más pequeña. Si eres muy alta y delgada, probablemente empezarás a asemejarte al dueño de Scooby Doo.

Si te los quieres poner a toda costa porque no puedes evitar ir a la moda, te recomiendo que te compres otra cosa que se lleve mucho esta temporada y sea muy llamativa: un bolso plateado, un collar étnico con forma de coraza, unas gafas extragrandes. No, mejor tampoco te compres unas gafas extragrandes, que eso te lo tengo que explicar otro día.

Mi consejo es: ve a la moda, sé llamativa, sé moderna, pero ¡NO TE PONGAS UNOS PANTALONES PITILLO! Intenta enseñar lo mejor de ti, no lo peor. Los pitillo pondrán en evidencia todos tus defectos físicos. Tú y yo sabemos que tienes puntos fuertes, muéstralos.

Y sobre todo, líbrame del horror de veros a todas con esos terribles pantalones, que deberían haber sido desterrados de la tierra media hace eones.

Para terminar, como dicen Susannah y Trinny, el pantalón que no debería irse nunca de las tiendas es el de campana, que es el único que sienta bien a casi todas las mujeres.

Vale

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